Para todos aquellos que se desenvuelven en la actividad ganadera, particularmente la bufalina, los resultados desde el ámbito económico, profesional y personal han sido, en su mayoría, satisfactorios, esto motivado, entre otras cosas, al potencia triple propósito ya conocido de la especie.

El búfalo facilita realizar diversas actividades, como, por ejemplo, el laboreo de la tierra, buldócer, el traslado de personas, ya que es un animal bastante dócil y de fácil usanza, limpieza de zonas con vegetación y pastos abundantes, además son productores de leche y carne, entre otras cualidades.

Para poder contar con todas estas potencialidades, es necesario el proveerles de ciertas condiciones mínimas y que podemos catalogar como el correcto “manejo” de la especie, que no son más que buenas prácticas, las cuales consisten en la toma de decisiones acertadas y no en acciones ejecutadas, siendo el conjunto de estas un sistema de producción, pilar fundamental del desarrollo en la ganadería. La idea de su implementación es la del aseguramiento de la inocuidad de los alimentos como carne y leche, la protección del medio ambiente y de las personas involucradas que trabajan en su aprovechamiento, quienes son el eslabón primario de la ganadería.

De estas condiciones mínimas, la literatura, y a su vez la práctica, recomienda que, para obtener el mayor confort posible, se les debe ofrecer, entre otras cosas:

• Buena alimentación
• Sanidad
• Control de higiene
• Instalaciones apropiadas
• Personal entrenado
• Programa genético y de selección adecuado
• Capacitación empresarial
• Programas de manejo acordes a las condiciones ambientales de la región

Garantizar un plan de manejo adecuado permitirá, entre otras cosas, utilidad en el control de inventarios, controles productivos y reproductivos, herramientas para el mejoramiento genético, control genealógico y evaluación de los mismos.